Hoy Viernes Santo celebramos que Jesús muere en la cruz. Hace 2000 años fue juzgado y condenado por sus paisanos. Ellos gritaron ¡Crucifícalo! ante Poncio Pilato.
Hoy sigue habiendo miles de cruces y de crucificados a nuestro lado: desigualdad, refugiados, violencia de género, sin techo, empobrecidos, falta de cariño, soledad…
Son las cruces y los crucificados de hoy, que siguen siendo juzgados por el pueblo que le rodeamos. Hoy nosotros seguimos gritando ¡crucifícalo!. A veces con la indiferencia y el silencio, a veces con nuestros juicios atropellados y faltos de empatía.
Hoy yo soy como los judíos de hace 2000 años. Cómo aquellos que le recibieron como rey el Domingo de Ramos pero que luego pidieron su condena en el Viernes Santo. Hoy salgo a la calle para protestar por la desigualdad, por la situación de los refugiados, de la pobreza infantil, pero luego mi estilo de vida sigue siendo el mismo. Hoy Domingo me irrito ante estas situaciones, pero el viernes sigo siendo indiferente, busco excusas que lo explican, justificaciones, …
Hoy ante la cruz de Cristo se necesita valentía para superar los miedos, las comodidades, las debilidades que no nos llevan a cambiar, a abrazar la cruz con autenticidad.
No se trata de desterrar las cruces hoy. Eso acaso llegará mañana. Acaso hoy abraza la cruz del crucificado como si fuese la mía. Porque ella, él, ellos son parte de mí. Porque yo soy parte de la humanidad.
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